Normalmente la innovación es aplicable a muchas de las distintas instancias que intervienen en un negocio u organización en cada una de sus distintas etapas. O solamente las organizaciones comerciales, sino también aquellas sin ánimo de lucro o las mismas instituciones gubernamentales.
Una de las formas más sencillas es analizar la causa o razón de los resultados, preguntarnos el porqué y el para qué de cada cosa o proceso e intentando indagar por la pregunta correcta y definir el problema correcto. Una de las cosas malas que pueden ocurrir es resolver el problema que no se tiene.
Para evitar lo anterior debemos resaltar nuestra capacidad de observar y de preguntar de forma inquisitiva por lo establecido, los comúnmente aceptado. Estas son dos cualidades que debe tener el innovador.
Como lo dijimos en la primera entrega de este blog, vamos a contar casos vivido en la experiencia durante nuestros trabajos anteriores. Hoy tocaremos el caso de innovación en proceso al pasar el tiempo de entrega de un dispositivo de 40 días a 40 minutos.
Una vez tenida la resolución de resolver el problema, pasamos a identificar los distintos componentes del mismo, allegando información desde todos los componentes legales, institucionales, técnico y el sinfín de variables de una macro organización.
Se obtuvieron distintas alternativas y de ellas se escogió la que posteriormente fue implementada, lo que más tiempo tomó fue la aceptación del nuevo proceso dada la modificación de la zona de confort de los que estaban alrededor del mismo.
Finalmente y para no alargar la historia de la modificación de la zona de confort, quiero contar el anécdota de que lo último que retrasó la implantación era la falta de unas tijeras.
Innovar no es un camino fácil y probablemente se tengan más a la mano los recursos financieros técnicos que los recursos humanos. Este último elemento es indispensable que sea tenido en cuenta.
Corolario, es indispensable empezar y obtener la vocación política de implantar la solución para que esta pueda se obtenida.